jueves, 1 de agosto de 2013

SI HUBIERAS ESTADO AQUÍ

Acaba de publicarse la última novela de Cecilia Domínguez Luis, escritora de nuestra tierra, poeta extraordinaria, y amiga del alma. Se titula Si hubieras estado aquí, y ha sido publicada por el sello Aguere-Idea en la colección G21 dedicada a Narrativa Canaria Actual.

La novela, 168 páginas tras una bella portada cuyo autor o autora no logro encontrar en la información del libro, llegó a nuestra librería el viernes y de inmediato me hice con una para leer porque es Cecilia, porque me parece obligatorio leer a nuestras autoras, porque me parece imprescindible leer a nuestras amigas. Y la leí. Y leí también la acertada crítica que le hizo Eduardo García Rojas en su blog (aquí). Y quiero ahora contarles lo pensado y sentido y animarlas, animarlos, a que lean ustedes también.

Si hubieras estado aquí es una novela con cinco voces, cinco personajes que hablan en primera persona y nos cuentan, cada uno desde su sentir, lo ocurrido una noche veinte años atrás. Cada voz se expresa en solitario (desde un blog, desde un cuaderno de notas, desde un diario), y todas nos llevan al momento en que sus vidas cambiaron por el reconocimiento de lo que sabían y no se atrevían a contar.

La voz de Marta, la que abre el libro, se expresa desde un blog en el que cuenta y recibe comentarios. Es la voz de una mujer decidida y rebelde, una chica fuerte a ojos de los otros:

Marta, tú eres fuerte, no le tienes miedo a nada y sabes enfrentarte cara a cara con todo lo que se te ponga por delante. Has heredado mis genes (...), me repetía mi padre hasta el cansancio. (p. 59)

María, la hermana mayor, escribe en un diario. Es una voz aparentemente muy distinta de la de Marta, la de una mujer frágil que requiere amparo, la otra cara de una misma moneda:

Seguramente ahí empezó todo, por mi irracional miedo a las tormentas. Marta era mucho más fuerte y se reía al ver mi cara de terror. Yo no podía hacer otra cosa que echar a correr hacia el salón, en busca de mi padre. Siempre me dio la impresión de que esperaba mi llegada, con los ojos fijos en la puerta y los brazos abiertos en cruz, unos brazos fuertes y grandes, mientras mi madre, enfrascada en la televisión, apenas se daba cuenta de los relámpagos, del viento y de la lluvia. Mi padre me abrazaba y me acariciaba el pelo. (p. 64)

La versión de las dos hermanas, tan distintas y tan complementarias, se completa con la de tres personajes masculinos, en parte secundarios pero imprescindibles para comprender lo ocurrido:

Carlos, periodista, inteligente, apenas conocido por las hermanas, escribe en su cuaderno de notas mientras realiza un investigación para su periódico. Es su palabra la que cierra la novela:

Bien, aquí está todo. Justo a tiempo, como me dirá el crápula de Pedro, y, al final no ha ha sido necesario entrevistar a las hermanas. (p.163)

Manuel, marido de María y amigo de las hermanas, hombre conciliador, cuenta la historia desde su bufete, escribe cartas, dialoga con María:

María acaba de llamarme para informarme del regreso de su hermana. No me sorprendió demasiado. Habían sido muchos años de ausencia y quizá ya se hubiera cansado de andar de un lado para otro, o acaso necesitara una reconciliación. (p. 24)

Tono, la última de las cinco voces que componen esta novela coral, es amigo de Marta y María desde pequeñas y cuenta desde su pensamiento y, a veces, a través del blog de Marta. Es un amigo reprochador, diría que resentido, incapaz de afrontar la vida con sinceridad. Es, desde luego, el personaje con el que menos me identifico como lectora. Y, sin embargo, es un personaje imprescindible para que todo tenga sentido. Aprovecha el blog de Marta para justificarse y para recriminarle su ausencia:

La verdad, me desconcertaste cuando hablé contigo por teléfono. Luego me di cuenta. Ante tus decisiones, no vale la pena insistir, te conozco. De nuevo te sales con la tuya y vuelvo a tu blog, "hija pródiga". (p. 108)

Si hubieras estado aquí es, como muy bien dice Eduardo García Rojas en la reseña antes citada, una novela de personajes. Una novela de voces que se nombran y se interpretan, que se dicen frente al espejo, que se culpan y se justifican. Un novela llena de reflexiones sobre la conducta humana (las conductas), sobre los miedos y las mentiras.

Una novela que hay que leer, porque la escribe Cecilia, porque la isla sin voz es también protagonista, porque todas y todos somos parte de una familia y de eso trata, de los secretos familiares: de las mentiras.

¡Gracias, Cecilia!



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