sábado, 20 de julio de 2013

CARTAS DE UNA PIONERA, ELINORE PRUITT STEWART

Termino de leer un libro, este libro, y me siento reconciliada con la vida. Es una libro de una mujer, un conjunto de cartas escritas entre 1909 y 1913, una colección de descripciones, sentimientos, consejos, que contienen verdades incontestables y un optimismo, una vitalidad, tan fuerte que al cerrarlo una tiene la sensación de que todo lo que se proponga con trabajo será posible en esta vida.

 Este libro, Cartas de una pionera (dedeando en el título irán a una magnífica reseña publicada en solo de libros), acaba de ser editado por una nueva editorial, Hoja de Lata, en una colección que han llamado sensibles a las letras, y es una auténtica delicia.

El libro recoge las cartas que Elinore Pruitt escribe desde las montañas de Wyoming, lugar al que se fue como pionera colona con su hijta de dos años, a su antigua patrona en Denver. En las cartas informa del paisaje y las costumbres:

Era una noche demasiado hermosa como para quedarse dormida, así que saqué la cabeza para mirar y pensar. Vi cómo salía la luna y pendía durante un rato sobre la montaña, como si no le hiciera mucha gracia la cosa, y cómo las estrellas grandes y blancas filtreaban desvergonzadas con las alturas. Vi un coyote llegar al trote y me dio pena que tuviera que cazar su comida en un lugar tan yermo, pero cuando acto seguido oí un revoloteo de alas, me dio pena de los urogallos que había alborotado. Finalmente, se plantó una nube delante y me fui a dormir. (25)

Cartas que hablan de nevadas y plácidos amaneceres, pero también de bodas y muertes:

Era un muchachito tan lindo y hermoso. Lo quería tanto. Murió de erisipela. Lo tuve en mis brazos hasta que terminó de agonizar. Después vestí el lindo cuerpecito y lo preparé para la tumba. (145)

Cartas que hablan de trabajo, de mucho y muy duro trabajo. De personas que lo abandonan todo y se arriesgan, como la autora, en el lejano oeste, de mujeres y hombres dispuestos a tener una casa propia, de soledad y de cooperación. Porque si bien puede considerarse que estas cartas son un ejemplo de lo que una mujer puede conseguir por sí misma, también lo son de lo importante que es la colaboración en las circunstancias más adversas. Y de colaboración entre vecinas, entre mujeres solas, mujeres de vaqueros y mujeres de granjeros. Entre personas de distintos orígenes también hablan estas extraordinarias cartas.

Unas cartas, en fin, que se agradece infinitamente que hayan sido traducidas y editadas en nuestra lengua. Y que son una magnífica lectura para inyectar ánimos en los tiempos que corren, porque dejan un magnífico sabor de boca las letras de esta mujer que escribe: Cuando usted piense en mí hágase a la idea de que soy una persona realmente feliz. Es verdad, se me antojan muchas cosas que no tengo, pero eso no me impide estar contenta y disfrutar de las muchas bendiciones que sí tengo. Tengo mi casa en mitad de las montañas azules, mis niños bien educados, mi esposo limpio y honesto, mis lindas y generosas vacas lecheras, mi jardín del que yo misma me encargo. (...) Tengo los mejores vecinos, los más amables, y tengo también mis queridos amigos ausentes. (146)


Sinceramente me parece que estas cartas son una joya extraordinaria, que leerlas nos permite viajar a otros tiempos y lugares, que el tono optimista y muchas veces burlón con que están escritas es muy de agradecer, que la actitud de su protagonista es un ejemplar, que son cartas para disfrutar.

Les recomiendo que se atrevan, que no se queden paradas pensando que no les gustarán porque no son novela, que no le den más vueltas, y que se arriesguen a leerlas.






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